Description
"En mi labor de pastor evangélico, muchas veces he tenido que asistir a personas poco antes de su muerte. Más o menos les había hablado en los siguientes términos: "No tengas miedo; el Señor está a tu lado; de la misma manera que has confiado en él desde que eres creyente, pon tu fe en él ahora; él no te abandonará ni te decepcionará, sino que cumplirá sus promesas de salvación y vida eterna..." Todo esto había intentado comunicarlo a otros pero, al decírselo, surgía dentro de mí esta pregunta: ¿Y tú? ¿Cómo te comportarás cuando llegue tu hora? ¿Serás capaz de responder con la misma fe que intentas inculcar a los demás? Mi roce con la muerte me ha conducido posteriormente a meditar más que nunca sobre la naturaleza de la misma. Las páginas que siguen son el fruto de mis meditaciones. No es que revelen nada nuevo u original sobre la muerte; pero al menos, lo que antes no era más que teoría para mí, ahora se escribe desde un punto de vista experimental. No es, por supuesto, la experiencia de alguien que ha conocido la muerte, sino la de una persona altamente consciente de su mortalidad y que ahora afronta la vida como si cada nuevo día fuera una propina de Dios".
In the course of my ministry as a pastor I have often found myself counselling people facing death. "Don't be afraid," was my staple phrase on such occasions, "the Lord is with you. In the same way you have always trusted Him, you can trust Him now, in the confidence that he will not let you down. He will certainly fulfil all His promises of salvation and eternal life. That was the message I always tried to put across. But, come to think of it, what about me? How will I react when confronted likewise? Will I trust the Lord deploying the same confidence? My brushes with death have made me think seriously and honestly about the nature of death. The following pages are the outcome of it all. Not that I claim to tout a novel truth on the issue, and not, of course, that my experience is first-hand. But I can with all honesty say that I am now thoroughly aware of it as a crushing reality, and that every single day in my life, past and present, is but a gratuitous gift from God.